Marcelo Ebrard Casaubon no aceptó los resultados de la encuesta del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que lo dejaron en un lejano segundo lugar. Horas antes de darse a conocer el resultado convocó a rueda de prensa y dejo entrever que la elección había tenido irregularidades y que por tal motivo tenía que reponerse todo el proceso, de otra manera él abandonaría el partido porque avalar la elección de Claudia Scheinbaum Pardo es reconocer que Morena es lo mismo que el Partido Revolucionario Institucional hegemónico, el PRI del dedazo.
Marcelo Ebrard un priista ochentero y noventero que había acompañado al extinto Manuel Camacho Solís en la crisis político electoral de 1994, que había fundado con éste el Partido de Centro Democrático en el año 2000, que después halló refugio en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) para llegar a ser jefe de gobierno de 2006 a 2012 de la mano del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, que perdió la encuesta presidencial del PRD en 2012 y que a partir de 2018 se había convertido en un “multitask” para el presidente López Obrador, ese es el Marcelo que reclama y vocifera que Morena tiene procesos similares a lo que hacía el PRI y desconoce los resultados.
A pesar de todo lo que expuso antes y después del proceso interno el ex funcionario estrella de la 4T nadie le hizo caso en Morena, en la práctica Marcelo y su equipo quedaron como los apestados del partido político, como los mal agradecidos con la democracia morenista y con los designios presidenciales, completamente aislados, ajenos y distantes a todo el ritual político simbólico que significó la llegada de Claudia Scheinbaum Pardo al mando de la Coordinación Nacional de la Defensa de la Cuarta Transformación.
Los demás aspirantes o “corcholatas” perdedoras se alienaron y obedecieron a ciegas los resultados tal como se hacía en las pasarelas del antiguo régimen, uno a uno fue a saludar a Claudia y a ponerse a su entera disposición, pura felicidad entre foto y foto destilaron Adán Augusto, Ricardo Monreal, Manuel Velasco y Gerardo Fernández Noroña; lo único que paso es que la versión del ex titular de Relaciones Exteriores halló espacio en medios que le hicieron diversas entrevistas y de ahí salieron infinidad de especulaciones, también en Palacio Nacional el presidente de la República se deshizo en halagos a Marcelo y éste a su vez tuvo especial cuidado con la figura presidencial.
En la práctica Marcelo le devolvió las cortesías al presidente, en ese sentido funcionó el dicho que tanto usa el presidente López Obrador “amor con amor se paga”. El problema de Marcelo no es con el presidente, sino con Mario Delgado dirigente de Morena, a quien denominó “cobarde” el día del anuncio de los resultados y días antes le había dicho que vivía en “fantasyland”; a Claudia Scheinbaum Pardo no le ha destinado ningún mensaje, ésta a su vez ya ha tomado decisiones y en sus primeros discursos ha llamado a Marcelo a la unidad y a sumarse a lo que ella llamó la construcción del segundo piso de la transformación.
A raíz de las acusaciones de Ebrard Casaubon y del resumen de inconformidades que presentó él ante la dirigencia de Morena sobre el proceso interno vino toda una operación de control de daños para evitar confrontaciones, por un lado apareció el reconocimiento de los gobernadores de Morena hacia el proceso que dijeron fue ejemplar y democrático, desde otro ángulo el discurso que existe en Morena es el mismo que repitió el presidente López Obrador, en Morena no habrá ruptura, no habrá desbandada, lo que existe es unidad dicen y gritan una y otra vez los morenistas; dicha palabra recuerda el grito común de los priistas noventeros cuando acababan de perder la mayoría legislativa e iniciaba el proceso de alternancia democrática.
El ex secretario de Relaciones Exteriores el lunes pasado volvió a retomar el mismo discurso de confrontación y dejo en claro que va recorrer el país a partir del dieciocho de septiembre para presentar su propia organización política que autobautizó como Movimiento Progresista. En la práctica Marcelo intenta emular lo realizado por el hoy presidente López Obrador cuando éste se salió del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para fundar Morena y llevarse su porción de capital político electoral.
Marcelo Ebrard y su equipo están haciendo esos mismos cálculos político electorales como en su momento lo hizo AMLO, quiere negociar, sabe que en Morena no van a cambiar, que la decisión está tomada desde antes de que concluyera el proceso interno; simplemente Marcelo quiere una salida digna de Morena para llevarse su estructura hacía otro espectro de la dicotomía izquierda- derecha en tiempos donde todo es pragmático y polarizante.
Marcelo quiere llevarse al equipo que él formó y que le es leal, Marcelo quiere presentarse como un personaje de izquierda progresista, como un político experto, como un político que no utiliza un discurso estridente, que ofrece conciliación y seguridad a la inversión extranjera y que representa a sectores de clase media, tal como el mismo presidente López Obrador lo relató en su conferencia mañanera; de ahí que la posibilidad de que Ebrard Casaubon se presente de forma emergente a la elección de 2024 registrado bajo las siglas de Movimiento Ciudadano, el cual es uno de los caminos que le quedan si quiere aparecer en la boleta electoral.
De aquí a que termine este año e inicie el proceso de la elección presidencial de 2024 Marcelo será la sombra de Claudia Scheinbaum, como en su momento lo hizo el finado Manuel Camacho Solís con Luis Donaldo Colosio en 1994; Marcelo es político de la vieja tradición corporativa y clientelar priista igual que el presidente López Obrador, ambos saben de lealtades y rupturas desde adentro, ambos saben de armar estructuras y conseguir recursos financieros, Marcelo está intentando hacerlo en Morena para forjarse su propia historia “caudillesca” amparado en su Movimiento Progresista, veremos en próximas semanas el resultado de esa apuesta marcelista.
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